Irma Peirano |
ÁRBOL
Cortaron aquel tronco poderoso
cuando julio afilaba sus cuchillos.
Lo partieron en dos por la garganta
congelando sus voces y sus bríos.
Quedó amputado el árbol bajo el cielo
como un gigante chorro detenido,
un surtidor de luto entre tinieblas
no pudo ser más triste y más sombrío.
Rodeado de vacío quedó el árbol
contándose memorias de sí mismo,
oyéndose subir por la corteza
la voz de los ramajes desprendidos.
Qué gusto daba verle aquellos días
en que moviendo acompasados círculos
de viento infatigable, entrechocaba
las vejigas ardientes del sonido.
Dejaba trascender por ese entonces
sus zumos olorosos, sus estímulos
de varón vegetal airosamente
dado a la tierra y en la tierra implícito.
Cuando la noche destilaba sombras
en los largos veranos encendidos,
con fina lengua de amorosa lija
aplicaba su sed bajo el rocío.
Y en el rigor de julio, cuando hendieron
su tronco milagroso los cuchillos,
era un perfecto y cálido sistema
de activa savia entre rumores vivos.
Ya no hay quietud que pueda comparársele,
no hay mutismo que iguale su mutismo.
Un surtidor de luto entre tinieblas
ahora no es más triste y más sombrío.
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IRMA PEIRANO. Poesía reunida. Selección, prólogo y notas de Martín Prieto. Investigación biográfica y entrevistas de Delia Crochet. Editorial Municipal de Rosario. Rosario, 2003. Pp. 227-228.