martes, 29 de noviembre de 2016

Un poema de Leopoldo Marechal

Leopoldo Marechal

A UN DOMADOR DE CABALLOS 


Cuatro elementos en guerra 
forman el caballo salvaje. 
Domar un potro es ordenar la fuerza 
y el peso y la medida: 
Es abatir la vertical del fuego 
y enaltecer la horizontal del agua; 
poner un freno al aire, dos alas a la tierra. 

¡Buen domador el que armoniza y tañe 
las cuatro cuerdas del caballo! 
(Cuatro sonidos en guerra 
forman el potro salvaje). 
Y el que levanta manos de músico y las pone 
sobre la caja del furor 
Puede mirar de frente a la Armonía 
que ha nacido recién 
y en pañales de llanto. 
Porque domar un potro 
es como templar una guitarra. 


¡Domador de caballos y amigo que no pone 
fronteras de amistad, 
y hombre dado al silencio 
como a un vino precioso! 
¿Por qué vendrás a mí con el sabor 
de los días antiguos, 
de los antiguos días abiertos y cerrados 
a manera de flores? 
¿Vienes a reclamar el nacimiento 
de un prometido elogio, 
domador de caballos? 

(Cordajes que yo daba por muertos resucitan: 
recobran en mi mano el peligroso 
desvelo de la música). 


Simple como un metal, metal de hombre, 
con el sonido puro 
de un hombre y un metal; 
oscuro y humillado, 
pero visible todavía el oro 
de una nobleza original que dura 
sobre tu frente; 
hombre sin ciencia, mas escrito 
de la cabeza hasta los pies con leyes 
y números, a modo 
de un barro fiel; 
y sabio en la medida 
de tu fidelidad; 
así vienes, amigo sin fronteras, 
así te vemos en el Sur: 
y traes la prudencia reñida a tus riñones. 
Y la benevolencia, 
como una flor de sal, en tu mirada 
se abre para nosotros, domador. 

(4) 

¡Edificada tarde! 
Su inmensa curva de animal celeste 
nos da la tierra: 
somos dos hombres y un domador de caballos, 
puestos en un oficio musical. 
Hombre dado al silencio como a un vino precioso, 
te adelantas ahora: 
en tu frente la noble costumbre de la guerra 
se ha dibujado como un signo, 
y la sagacidad en tu palabra 
que no deshoja el viento. 


¿Qué forma oscura tiembla y se revuelve 
delante de nosotros? 
¿Qué gavilla de cólera recoge 
tu mano, domador? 
(Cuatro sonidos en guerra 
forman el potro salvaje). 
Somos dos hombres y un domador de caballos, 
puestos en un oficio musical. 

Y el caballo es hermoso: su piel relampagueante 
como la noche; 
con el pulso del mar, con la graciosa 
turbulencia del mar; 
amigo en el origen y entregado a nosotros 
en el día más puro de su origen; 
hecho a la traslación, a la batalla 
y a la fatiga: nuestro signo. 


El caballo es hermoso como un viento 
que se hiciera visible, 
pero domar el viento es más hermoso, 
y el domador lo sabe. 

Y así lo vemos en el Sur: jinete 
del río y de la llama; 
sentado en la tormenta 
del animal que sube como el fuego 
que se dispersa como el agua viva; 
sus dedos musicales afirmados 
en la caja sonora 
y puesta su atención en la Armonía 
que nace de la guerra, flor de guerra. 


Así lo vimos en el Sur. Y cuando, 
vencedor y sin gloria, 
hubo estampado en el metal caliente 
de la bestia su sello y nuestras armas, 
¡amigo sin riberas! lo hemos visto 
regresar al silencio, 
oscuro y humillado, 
pero visible todavía el oro 
de una realza antigua que no sabe 
morir sobre su frente. 

Su nombre: Domador de Caballos, al Sur. 
Domador de caballos, 
no es otra su alabanza. 

- . - . - 

LEOPOLDO MARECHAL. Obra poética. Leviatán. CABA, 2014. Pp. 189-192.

martes, 22 de noviembre de 2016

Un poema de Octavio Paz

Octavio Paz

DELICIA 
A José Luis Martínez 
Como surge del mar, entre las olas, 
una que se sostiene, 
estatua repentina, 
sobre las verdes, líquidas espaldas 
de las otras, las sobrepasa, 
vértigo solitario, y a sí misma, 
a su caída y a su espuma, 
se sobrevive, esbelta, 
y hace quietud su movimiento, 
reposo su oleaje, 
brotas entre los áridos minutos, 
imprevista criatura. 

Entre conversaciones y silencios, 
lenguas de trapo y de ceniza, 
entre las reverencias, dilaciones, 
las infinitas jerarquías, 
los escaños del tedio, 
los bancos del tormento, 
naces, delicia, alta quietud. 

¿Cómo tocarte, impalpable escultura? 
Inmóvil en el movimiento, 
en la fijeza, suelta. 
Si música, no suenas; 
si palabra, no dices: 
¿qué te sostiene, líquida? 

Entrevisto secreto: 
el mundo desasido se contempla, 
ya fuera de sí mismo, en su vacío. 

- . - . - 

OCTAVIO PAZ. Obras completas VII. Obra poética. Fondo de Cultura Económica. México D. F., 2014. Pp. 40-41. 

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Un poema de Rubén Darío

Rubén Darío

PALABRAS DE LA SATIRESA 

Un día oí una risa bajo la fronda espesa, 
vi brotar de lo verde dos manzanas lozanas; 
erectos senos eran las lozanas manzanas 
del busto que bruñía de sol la Satiresa: 

era una Satiresa de mis fiestas paganas, 
que hace brotar clavel o rosa cuando besa; 
y furiosa y riente y que abrasa y que mesa, 
con los labios manchados por las moras tempranas. 

"Tú que fuiste --me dijo-- un antiguo argonauta, 
alma que el sol sonrosa y que la mar zafira, 
sabe que está el secreto de todo ritmo y pauta 

en unir carne y alma a la esfera que gira, 
y amando a Pan y Apolo en la lira y la flauta, 
ser en la flauta Pan, como Apolo en la lira". 

- . - . - 

RUBÉN DARÍO. Del símbolo a la realidad. Obra selecta. Alfaguara. Edición conmemorativa. España, 2016. Pp. 76-77. 

martes, 8 de noviembre de 2016

Un poema de Alberto Girri

Alberto Girri

PLEGARIA DEL MAGO 

Señor, 
padre en Samaria, 
hijo en Judea, 
Espíritu Santo en la obra, 
tu prodigio confunde mi arte, 
supera la virtud de los astros 
y quita fuerza a mis números secretos. 
En el fruto del nuevo estado, 
soy Simón, y también Pedro, 
cuanto fui en tu ley converge, 
mas queriendo lo que ahora 
sale del andrajoso besador del polvo, 
del que finge negarse, 
para tenerte. 
¡Qué doblez de conciencia! 
¡Qué rata es vicario! 
¡Qué escándalo vemos! 
Ese Pedro, llorón arrepentido, 
imponiendo la paloma, 
mientras deja consumir el fuego que trajiste. 

Señor, véndeme tan dulce potestad, 
y de tu gloria y mi sabiduría 
limpio resurgirá lo despreciable, 
consumaremos la destrucción del templo, 
mutaciones, justo terror, 
al que adivina tu esencia y tambalea 
aguardando el toque del retorno, 
hijo del hombre viniendo en una nube. 

Véndeme, 
concédeme la tierra, 
tú, mi dueño. 

(1952)

- . - . - 

ALBERTO GIRRI. Antología temática. Selección y prólogo de Enrique Pezzoni. Editorial Sudamericana. Colección Índice. Buenos Aires, 1969. Pág. 204. 

lunes, 7 de noviembre de 2016

Un poema de Constandinos Kavafis

Constandinos Kavafis

PERO LOS SABIOS PERCIBEN COSAS A PUNTO DE OCURRIR 
"Los dioses perciben cosas del futuro, la gente común cosas del presente, pero los sabios perciben cosas a punto de ocurrir."
Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana
Los mortales saben lo que está ocurriendo ahora, 
los dioses saben lo que contiene el futuro 
porque sólo ellos están totalmente ilustrados. 
Los sabios están enterados de cosas futuras, 
a punto de ocurrir. 

A veces, durante los momentos de intenso estudio 
sus oídos se alarman: el sonido oculto 
de cosas que se aproximan les alcanza, 
y escuchan reverentemente, mientras en la calle 
la gente no oye nada. 

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KAVAFIS. Obra escogida. Traducción y notas de Alberto Manzano. Edicomunicación, S. A. Barcelona, 1995. Pág. 43.