lunes, 13 de marzo de 2017

Un poema de Miguel Hernández

Miguel Hernández

Umbrío por la pena, casi bruno, 
porque la pena tizna cuando estalla, 
donde yo no me hallo no se halla 
hombre más apenado que ninguno. 

Sobre la pena duermo solo y uno, 
pena es mi paz y pena mi batalla, 
perro que ni me deja ni se calla, 
siempre a su dueño fiel, pero importuno. 

Cardos y pena llevo por corona, 
cardos y penas siembran sus leopardos 
y no me dejan bueno hueso alguno. 

No podrá con la pena mi persona 
rodeada de penas y de cardos: 
¡cuánto penar para morirse uno! 

- . - . - 

MIGUEL HERNÁNDEZ. El rayo que no cesa. Col. Austral n° 908. Décima edición. Espasa-Calpe. Madrid, 1982. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario