martes, 13 de febrero de 2018

Un poema de Edgar Bayley

Edgar Bayley

LA VECINA 

--¡Al diablo con tus proyectos y planes! ¡A quién se le ocurre vivir en semejante andurrial! No escarmentarás nunca. Ahora mismo me mando a mudar. La culpa es mía por andar con un hombre de tu especie. 

Elvira se fue y Carlos siguió avivando el fuego del hornillo. Tenía sus planes, es cierto, y no podía abandonarlos. Él se iría también pero en el momento oportuno. Mientras tanto una vecina lo observaba, acodada a su balcón. En ese momento llegó el doctor Pi. 

--Deje ese fuego ahora; hay cosas más importantes que hacer. Póngase la capa y salgamos. No olvide llevar el Cáliz de los Borgoñones. Invitaremos a su vecina. Nos será útil. 

Los tres se confundieron entre los enmascarados de la calle. El doctor Pi, que parecía aún más alto con su sombrero de copa, iba abriendo camino entre la multitud. Carlos, abrazado a su vecina, procuraba no perderlo de vista. 

--¡Doctor, Edgar nos espera en la torre!-- gritó Carlos. 

--Se equivoca, amigo, ya se encuentra en el aeropuerto. 

Entraron a descansar un rato a un café. 

--Era lo que me suponía --dijo el doctor Pi--. Nos han descubierto. Pero aún estamos a tiempo para despistarlos: oculte el Cáliz bajo su capa y huya con su vecina. 

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EDGAR BAYLEY. Antología poética / Selección y prólogo de Jorge Aulicino. FCE. CABA, 2015. Pág. 254. 

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